Originario de la Ciudad de México
Jaime Torres Bodet nació el 17 de abril de 1902. Cursó estudios en la
Escuela Nacional Preparatoria y, después, en la Facultad de
Jurisprudencia y en la de Altos Estudios (hoy Facultad de Filosofía y
Letras) de la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue profesor de
literatura en la Escuela Nacional Preparatoria y secretario de la misma.
Siendo rector de la Universidad José Vasconcelos lo nombró su secretario
particular. Posteriormente fue jefe del Departamento de Bibliotecas en
la Secretaría de Educación Pública. Tiempo después ingresó al servicio
exterior (1929) en el que se desempeño como secretario de la legación en
Madrid (1929-1931) y en Paris (1931-1933); encargado de negocios en
Buenos Aires (1934), primer secretario en Paris (1935-1936), jefe del
Departamento Diplomático de la Secretaria de Relaciones Exteriores
(1936-1937), encargado de negocios en Bélgica (1938-1049) y
subsecretario de Relaciones Exteriores.
En 1943 el presidente Ávila Camacho
lo designó secretario de Educación Pública, cargo que desempeñó hasta el
fin del sexenio en 1946. En el siguiente periodo presidencial se
desempeña como Secretario de Relaciones Exteriores (1946-1948), puesto
al que tiene que renunciar al ser invitado como director de la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la
Cultura de 1948 a 1952. En 1954 regresa al servicio exterior como
embajador de México en Francia y en 1958 retoma el cargo de secretario
de Educación Pública hasta 1964. El 13 de mayo de 1974 se suicida unos
días después de terminar sus memorias, dejando el siguiente mensaje: “Ha
llegado el momento en el cual no puedo fingir, a causa de mis
enfermedades, que sigo viviendo, en espera, día a día, de la muerte.
Prefiero ir a su encuentro y hacerlo oportunamente. No quiero ser
molesto ni inspirar piedad a nadie. He cumplido mi deber hasta el último
momento" [El Universal, 1974], según reseñaron los diarios del
día siguiente.
Formado en la más amplia gama de la
intelectualidad de su momento, desde temprana edad se nota su vocación
por el cultivo de las ideas, ya sea a través de la poesía, de la
dirección
de revistas o en la conformación
del grupo de "Los Contemporáneos" del que formaron parte gente de la
estatura de Carlos Pellicer, Enrique González Martínez, Xavier
Villaurrutia, Gilberto Owen, Jorge Cuesta, Elías Nandino y Salvador
Novo.
Colaboró en diarios como el
Novedades y en el semanario Mañana. Recibió varios honores y
distinciones; fue miembro de El Colegio Nacional, la Academia Mexicana
de la Lengua, el Instituto Francia y la Academia del Mundo Latino; así
mismo once universidades le otorgaron el doctorado honoris causa.
El humanismo de Torres Bodet
Existen dos grandes momentos en los
que se basa este análisis del pensamiento humanista de Torres Bodet, el
primero es el trabajo desarrollado para cambiar el sentido socialista
del artículo tercero de la Constitución Mexicana al final del primer
periodo como secretario de Educación Pública y, el segundo momento es
cuando Torres Bodet está al frente de la dirección de la UNESCO.
En 1946, en la última fase de su
mandato como Secretario de Educación Pública, Torres Bodet propuso
realizar un anhelo, que como lo confiesa en sus memorias, desde el
inicio de su administración en diciembre de 1943 tenía en mente al igual
que el presidente Manuel Ávila Camacho: la reforma del Artículo 3º que
garantizaba que la educación que impartiera el Estado debía ser
socialista.
Así, lo que vemos en el texto del
artículo tercero "socialista" de 1934, es que de entrada aparece la
adjetivación de "... la educación que imparta el Estado será socialista,
y además de excluir toda doctrina religiosa combatirá el fanatismo y los
prejuicios, para lo cual la escuela organizará sus enseñanzas y
actividades en forma que permita crear en la juventud un concepto
racional y exacto del universo y de la vida social" [Solana, 1981: 274].
Por el contrario, la noción de
educación a la que hará referencia Torres Bodet , alude principalmente a
un cambio en la concepción que se marcaba en el Artículo 3º de la
Constitución, de 1934. Ya no será una educación dirigida a un fin
específico o para un sector de la sociedad en particular, sino que se
refleja una concepción de educación que se caracteriza principalmente
por la formación moral del individuo, encaminada hacia el bien y la
justicia. Más que una somera tarea de ilustración, o la simple
habilitación de oficios y profesiones por el carácter de emergencia que
vive el país, se piensa que la educación que logre la "unidad nacional"
será aquella que "... valora nuestra propia alma, estime la eficiencia
de las virtudes y reconozca el lastre de los defectos" [Torres Bodet,
1948: 125].
También, alude ésta noción a pensar
la educación como un bien social de derechos y obligaciones en el que
los intereses particulares o de grupo se subordinen a los de la
comunidad y de la Patria. Esta subordinación estará justificada en el
sentido de que los valores y las virtudes que el individuo va a adquirir
en su formación integral, es decir en su educación, provienen de la
Patria puesto que no se improvisan, sino que se forjan en los hogares y
en la escuela, por lo que ésta debe estar fuera de "tempestades
políticas".
Estas tres características de la
educación: la formación del individuo en su integridad, la aptitud para
el bien, y su correspondencia social de derechos y obligaciones, permite
pensar a Torres Bodet a la enseñanza como el "modelaje" del individuo,
en donde las materias primas son los alumnos; y
... los elementos que le dan cohesión, son los valores, el equilibrio de la libertad, la capacidad para apreciar, la enseñanza a querer la vida en lo generoso y lo verdadero, para el logro del hombre libre o lo que es lo mismo, la creación de la personalidad responsable, enérgica, valerosa, con rigor en las pasiones y la valentía en las pasiones injustas contra los demás. Si la enseñanza se da de esta manera, la educación realizaría su fin último que es la defensa de los principios de justicia, paz y libertad [Torres Bodet, 1948: 230].
Los postulados que el concepto de
educación propuesto por Torres Bodet se encuentran inmersos en un ámbito
que debe retomarse de la necesidad que él prevé de cambiar el sentido de
la educación.1
Esta necesidad de cambio, se ve reforzada por la presencia de nuevos
horizontes referenciales "externos", como lo fue la realización de la
Conferencia en la que se creó la UNESCO como un organismo internacional
de apoyo a la educación, la ciencia y la cultura de los pueblos al
terminar la segunda guerra mundial.
La educación para Torres Bodet
debía estar cimentada sobre todo en valores generales que en lugar de
separar a los mexicanos, los hicieran sentirse aludidos por igual. Así
lo expresa en su primera intervención pública al referirse al trabajo
que se propone realizar al frente de la SEP, en busca de la "unidad
nacional". Dice Torres Bodet: "... una prueba de fe en lo que se propone
emprender la Dependencia que ha sido puesta a mi cargo; pero, más aún,
en lo que unos y otros conseguiremos si trabajamos unidos,
estrechamente, bajo el auspicio de los valores espirituales de
solidaridad, de conciliación y de patriotismo que deben servirnos de
guías en nuestra cruzada de educación" [Torres Bodet, 1948: 121].
Como se desprende de ésta cita, la
educación para Torres Bodet se finca en valores espirituales generales
que al mismo tiempo van a dar coherencia a las acciones de política
educativa que emprenderá durante su administración.
Contrariamente a la idea del
"combate de ideas y doctrinas", que se expresaba en el artículo
socialista de la educación, el secretario de educación esta proponiendo
una educación que permita con el trabajo de todos los mexicanos lograr
la igualdad y la conciliación que no podían darse desde los tiempos de
la Revolución Mexicana.
Por eso mismo, si la educación ha
de unir en lugar de separar, piensa Torres Bodet que: "... hemos de
hacer de la educación un baluarte inexpugnable del espíritu de México,
habremos de comenzar por eliminar toda agitación malsana de sus
recintos" [Torres Bodet, 1948: 121].
La educación debe entonces tener
como uno de sus primeros requisitos el de englobar todo lo mejor del
pueblo de México que son sus valores, para que la nación se vea unida y
no exista la posibilidad de la división. Esta necesidad no es un
capricho del gobierno en turno sino que desde la óptica de Torres Bodet,
responde a los intereses más legítimos del pueblo. Él lo expresa de la
siguiente manera: "Todos estos ideales y esos anhelos se oponen
irremisiblemente a la dictadura de la violencia. No es sólo el gobierno,
es el alma de nuestro pueblo la que reclama la urgencia de suscitar una
educación encaminada hacia el bien y hacia la justicia. Es el alma de
nuestro pueblo la que nos manda" [Torres Bodet, 1948: 123].
Ahora que si preguntamos de dónde
se nutre el alma del pueblo, Torres Bodet contesta que de la cultura
enraizada en "las humanidades greco-latinas y en la filosofía piadosa
del cristianismo", que se hacen presentes en la vida de todos y por lo
tanto, la educación inspirada en los valores debe responder a los
requerimientos de la vida. Por eso mismo la norma que debe seguir la
educación será: "... la de perfeccionar nuestra educación sin traicionar
nuestras tradiciones, pero sin promover obstáculos insalvables a la
renovación incesante del porvenir. Tendremos que rechazar los
procedimientos que modelaban al individuo sin tomar en cuenta a la
sociedad, para el sólo provecho efectivo de una casta, de un régimen o
de un credo" [Torres Bodet, 1948: 124].
De esta manera, los esfuerzos y los
ajustes que la educación experimente, estarán sustentados en los
intereses del pueblo y responderán a ellos. No se privilegiará a un solo
sector o facción sino que la educación como la piensa Torres Bodet será
para todos, respetando los valores de todos. Por esto mismo, se piensa
la educación como respetuosa de las creencias de todos los individuos,
en la que:
La libertad de creencias es un principio indispensable y vital de la democracia. Precisamente porque así lo apreciamos, pondremos nuestro mayor empeño en acatarlo cumplidamente y consagraremos toda nuestra energía a velar porque los intereses organizados por las creencias no traten de minar esa libertad, que las leyes les aseguran, intentando luchar unas contraotras en nuestro seno e introduciendo subterráneamente en la estructura educativa de México esos gérmenes de discordia y de sectarismo que motivaron en el pasado tantos conflictos, tantos errores y tantos lutos [Torres Bodet, 1948: 125].
Como se desprende de la cita, para
Torres Bodet la noción de educación se presenta problematizando el lugar
que las creencias religiosas deben ocupar frente a la actividad
educativa. No se pretende atacarlas, pero sí marcar que si bien se
respetan y se tolera su práctica, se debe tener cuidado en que la
educación permita la contaminación de actitudes que pongan en peligro la
intención de unidad con que se ha empezado a caracterizar a esta
actividad. Se respetan las creencias y se defiende su práctica pero al
mismo tiempo se tiene cuidado en que el campo educativo no sea invadido
por el campo religioso.
Con estas precauciones, es posible
decir que para Torres Bodet la función de la educación es la de
incorporar a los individuos a una vida plena en la que los distintos
factores (religión, moral, política, etc.) se pongan en juego con el
enlace de la "ilustración" y de la habilitación en ciertos oficios y
profesiones. Él lo menciona de la siguiente manera:
... proclamamos que en nuestro país la educación ha de tratar de enseñarnos principalmente a valorar nuestra propia alma, a estimar la eficacia de sus virtudes y a reconocer el lastre de sus defectos, asimilando las calidades aprovechables, coordinando las diferencias irreductibles; civilizando, en una palabra, a los grupos que el aislamiento y el abandono han dejado a la zaga del progreso de las ciudades; dando a los centros urbanos interés por las poblaciones del interior; inculcando en unos y en otras el amor de lo autóctono, de lo nuestro y al mismo tiempo despertando en todos una vocación multiforme: la de la vida. Sólo en un pueblo consciente del abismo que media entre la ciencia de vivir y la paciencia del vegetar, podrán florecer con vigor las manifestaciones más altas de la cultura [Torres Bodet, 1948: 126].
Toda educación deberá ser para la
vida, sacando al pueblo de su estado de "vegetación" en el que no se
puede hablar de una vida plena. Por esto mismo la educación no puede
circunscribirse al ámbito escolar sino que tendrá que ir más allá de la
escuela e incluso del sistema escolar, se busca la participación de
"todos" y no sólo de los integrantes del sistema educativo.
Ahora se abordará el pensamiento de
Torres Bodet haciendo un análisis del periodo en que Torres Bodet
desempeña cargos internacionales en el terreno educativo, primero como
representante del gobierno de México en la Conferencia de Londres
(1945), de donde nació la UNESCO; y después como Director de dicho
organismo (1948-1952).
Éste, es sin duda, un periodo
importante en el proceso de gestación y conformación del humanismo en
Torres Bodet que lo hace entrar en contacto tanto con dimensiones más
amplias de los problemas educativos (cooperación internacional,
autonomía de los gobiernos locales, políticas centralizadas, etc.), como
con nuevas orientaciones en torno a los fines y funciones de la
educación en la sociedad (teorías como la del capital humano y el
desarrollismo)
Algunos de los puntos más
importantes de la Conferencia del 45 son, por ejemplo, la idea de que al
término de la guerra, la mejor forma de consolidar la paz mundial será a
través de la cooperación mundial por medio de la cultura, ya que se está
en un momento de oportunidad para poder concebir las relaciones entre
las naciones y entre los hombres desde perspectivas diferentes a las que
se tenían hasta antes de la guerra. Se lee en su intervención:
Acontece, no obstante, que el mundo aguarda algo más que un arreglo de límites y de zonas de influencia; algo más que una red de convenios para la explotación y el comercio de productos; algo más que un sistema de transitoria seguridad. Y eso que el mundo aguarda es un nuevo trato entre las naciones y entre los hombres; un nuevo modo de apreciar los valores de la conducta; un nuevo significado de la alegría, del trabajo, de la esperanza; una nueva meta que proponer al esfuerzo de todos juntos" [Torres Bodet, 1987: 19].
Parece que Torres Bodet quisiera
aprovechar que se reflexiona sobre tres aspectos que por razones obvias,
se descuidaron y deterioraron durante la guerra, como son la cultura, la
ciencia y la educación, para advertir de la posibilidad de una nueva
forma de entender la relación entre los hombres primero y entre las
naciones después. Torres Bodet vislumbra la posibilidad de que a través
de la educación, tomando los mejores valores y con la ayuda de la
ciencia, se pueda construir un nuevo humanismo, o como él dice: "una era
distinta en la historia humana". Esto requerirá, del esfuerzo y de la
participación de todos los hombres y de todas las naciones. Este
humanismo, deberá ser de mayor amplitud que el que hasta ahora ha
predominado, y deberá contraponerse, en las nuevas circunstancias, a la
concepción de hombre y de cultura heredados del pensamiento clásico de
occidente. Dice Torres Bodet: "El humanismo clásico se encerró en otros
tiempos en el Mediterráneo; el humanismo moderno no puede tener términos
ni fronteras. Contribuir a plasmar este nuevo humanismo en la conciencia
de la humanidad es, por ventura, el más alto fin de la UNESCO" [Torres
Bodet, 1994: 458].
En la perspectiva de Torres Bodet,
ese nuevo humanismo ya no tendría como rasgo el estar centrado en la
"inteligencia" exclusivamente, sino el integrar a ella, las virtudes
humanas que reclama la nueva época: respeto a la libertad, repudio a la
violencia, etc. Esto se logrará estableciendo normas generales que
puedan seguir todos los hombres y todas las naciones. Según Torres Bodet
podría empezarse por: "... el respeto a la libertad, el repudio de la
violencia, la preferencia incondicional de la paz en la justicia sobre
la guerra para la hegemonía, la persuasión de que el hombre no es un
medio, sino un fin; la repulsa absoluta a toda discriminación por razón
de sexo, raza, lengua, clase social o religión; y otras convicciones
análogas y de máxima generalidad" [Torres Bodet, 1994: 457].
Así, tres años después de fundada
la UNESCO, al hacerse cargo de la dirección general, Torres Bodet piensa
que una institución que se encargue de la ciencia, la cultura y la
educación, deberá jugar un papel muy importante en la consolidación de
la paz mundial a través del impulso y promoción de los valores que la
cultura en general ha tomado como los de mayor relevancia. Será al mismo
tiempo el principal problema que dicha institución deberá plantearse.
Torres Bodet lo enuncia de la siguiente manera: "¿Cómo fomentar la paz
por efecto de la cultura y de una cultura fincada en el amor a la
libertad?" [Torres Bodet, 1981: 9].
Para llevar a cabo los ideales de
este nuevo humanismo, en el que el trato entre naciones e individuos sea
diferente, se necesitará empezar por dar forma a una nueva concepción
sobre lo que es la educación y su papel en las sociedades. Este es uno
de los temas recurrentes en los discursos pronunciados por Torres Bodet
al frente de la UNESCO.
La caracterización de este "nuevo
concepto de educación" hace intervenir variados referentes, dentro de
los que destacan la crítica a las tendencias totalitarias y racistas de
la educación, contraponiendo a ellas una idea de democracia y de
educación para la democracia.
Uno de los referentes centrales
consiste en la necesidad de asentar el nuevo concepto de la educación en
principios inobjetables; al respecto nos dice Torres Bodet:
La cuestión ¿cómo debemos educar? está íntimamente enlazada con estas otras: ¿Cómo debemos vivir? ¿Cuál será el régimen del mundo futuro?... Por esa razón, me permito insistir sobre este punto: hay algo más en la cooperación intelectual que un simple intercambio de conocimientos y de ideas, de profesores y revistas, de laboratorios y de colecciones de museos. Hay algo más importante que todo eso en la base misma de la cooperación intelectual. Es la cooperación de los intelectuales; la fuerza organizada del mundo de las ideas, para impedir que ocurran de nuevo las monstruosas desviaciones que llevaron a los pueblos a resolver su crisis por la violencia [Torres Bodet, 1987: 21].
Como se desprende de lo planteado
en el párrafo anterior, para Torres Bodet, la educación que debe
implantarse en tiempos de posguerra, deberá tender a la cooperación de
los pueblos y a la consecución de la paz, estando basada dicha educación
en "principios inobjetables", que compartan todos por igual y que ayuden
a superar las diferencias, o por lo menos a sobrellevarlas. De otra
manera, la educación se convertiría en un elemento que nos llevaría a
repetir las atroces circunstancias de la guerra. Anota Torres Bodet:
Es cierto: los postulados totalitarios, que guiaron a los falsos educadores del despotismo, produjeron un daño intenso en la tierra entera. Mas ¿hubiese sido posible implantar y desarrollar esa instrucción para el odio y para la muerte si, en la totalidad de los otros pueblos, hubiese habido un entusiasmo cordial por la democracia, un amor activo de la cultura y, para decirlo cruel pero brevemente, un concepto eficaz de la educación? [Torres Bodet, 1987: 15].
Desde la fundación de la UNESCO,
Torres Bodet está haciendo énfasis en el carácter y el papel que la
educación debe jugar en las nuevas relaciones de los países en tiempos
de paz. Podríamos decir que a la educación así pensada, se le confieren
demasiadas atribuciones, sobre todo si nos fijamos en la manera en que
se supone que con una eficacia mayor de la educación posiblemente se
hubiera evitado la guerra. Parece insinuarse que de ahora en adelante la
educación además de contener los valores universales de la cultura,
tendrá que volverse eficaz. Aquí es importante destacar que Torres Bodet
no está pensando en una eficacia tecnocrática como la que se puso en
boga a partir de corrientes teóricas como la del capital humano y los
enfoques desarrollistas. La eficacia que aquí propugna Torres Bodet es
una eficacia que conduzca al alejamiento de las posturas "totalitarias"
y "racistas" mediante una educación encaminada fundamentalmente hacia la
convivencia humana basada en la paz, la libertad y la democracia. Este
objetivo, se logrará a través de una nueva educación en la que
justamente se ponga por encima de intereses particulares o nacionales,
los derechos de todos los hombres; que conlleve al desarrollo de las
naciones y de los individuos. Torres Bodet pretende "... encontrar una
forma de convivencia en que la creación de las grandes personalidades no
suponga olvido para las masas y en que la expansión de las masas no
implique la asfixia del individuo" [Torres Bodet, 1987: 16].
Este va a ser un ideal que el
pensamiento humanista de Torres Bodet va a sostener, ya de manera más
específica, cuando trate de explicar la educación impulsada por la
UNESCO como práctica general para todos los pueblos, pero respetuosa de
sus características particulares. Si además de ir encaminada la
educación hacia la Paz, la Libertad y la Democracia, es respetuosa de
las tradiciones y particularidades de cada uno de los pueblos, se podrá
decir que ha cumplido con uno de los objetivos que es desterrar los
odios entre las naciones y los individuos, debidos a "totalitarismos" y
a diferencias de "raza".
Por esto mismo, los esfuerzos
educativos deberán ir encaminados a la consolidación de la fe en el
progreso y la libertad, mediante la solidaridad moral de la humanidad
por la acción del conocimiento y en virtud de la educación. En la
concepción de Torres Bodet esta educación deberá tener como finalidades:
... las de suprimir los recelos y los rencores, dominar el odio, estimular la solidaridad humana, compensar el ejercicio de la inteligencia pura con la práctica y la estimación del trabajo manual, ahondar, en la formación del ciudadano, el sentido de que ninguna ciudadanía ha de exaltarse por encima de las obligaciones sociales de la equidad universal y hacer, en suma, de toda educación nacional, respetuosa de las aspiraciones, de las costumbres y de la autenticidad de la patria, una base de apoyo para la cooperación internacional en la independencia y la justicia [Torres Bodet, 1987: 20].
Aparece aquí, en el pensamiento
educativo de Torres Bodet, una relación entre la educación y la vida,
que pone en tensión el papel de la educación en las sociedades: si la
vida es "educadora", resulta obvio que se deben generar mejores
condiciones de vida para educarse en la justicia y en la democracia, y
no en la desigualdad y el totalitarismo; pero a su vez la educación debe
ser impulso para la construcción de un "nuevo trato" entre los hombres y
las naciones. Se manifiesta una imbricación tal que pareciera que al no
resolverse una, no se resuelve la otra. Así mientras la educación
requiere de ciertas condiciones de vida, la vida requiere de la
educación.
Tal parece que lo que se hace
necesario es la elaboración de una "pedagogía social" nueva, en la que
ésta no implique sólo un conjunto de técnicas y métodos de enseñanza,
sino que comprometa a todos por igual en las tareas que los tiempos
exigen. Esta pedagogía social sería aquella que tomará en cuenta las
limitaciones que el sistema de enseñanza formal tiene y que concibiera
que para "... educar al hombre, hay que educar a la ciudad. Todo maestro
genuino percibe, efectivamente, que la enseñanza más limpia suele
estrellarse contra las barreras que encuentra, fuera del ámbito de la
escuela" [Torres Bodet, 1987: 25].
Con esta perspectiva como
posibilidad, se permitirá según Torres Bodet, que los métodos
pedagógicos propuestos por esa nueva pedagogía, que los alumnos
inducirán directamente su intervención de una manera más activa en el
mundo conocido a través de la enseñanza.
Desde este punto de partida, parece
obvio que el papel de la escuela esté muy limitado, y que la educación
rebasa con mucho ese ámbito. Por esto mismo el papel de la escuela en la
nueva educación se ve muy limitado, incluso llegando a decir que:
... cuando hablo de la necesidad de combatir la ignorancia para consolidar la paz, no me hago ilusiones exageradas sobre lo que, por sí solas, pueden obtener las escuelas como factor de renovación social ...la escuela no será suficiente; los profesores no serán suficientes; los escritores, los artistas y los poetas no serán suficientes. Una escuela digna de la vida exige una vida digna de la escuela [Torres Bodet, 1965: 39].
Quizá a esta conclusión se llegue a
partir de concebir como referente más lejano la concepción de valores
universales que para el caso son la paz y la convivencia internacional,
la libertad, la democracia, etc., como principios inobjetables en los
que se va a sustentar la educación que ahora se propone. ¿Cómo salvar
este aparente círculo vicioso entre la vida y la educación, sin caer en
generalidades sin posibilidad de aplicación? Torres Bodet propone como
salida la educación cívica que logre para todos la integración de la
civilización.
Partiendo del supuesto de que hay
un proceso que se debe seguir para lograr algo, Torres Bodet piensa que
en el caso de la educación cívica, con la adopción de la Declaración
Universal de los Derechos del Hombre, se ha avanzado en la línea de
lograr una educación como la que está proponiendo. Así, piensa que si
antes sólo se había definido la educación basada en los "principios
inobjetables" de justicia, libertad y democracia, como "educación para
la comprensión internacional" y luego como "educación para el civismo
internacional"; al final quedará como "educación para vivir en una
comunidad internacional".